Héctor Materazzo en el Instituto Clínica de Ojos.
Héctor Materazzo en el Instituto Clínica de Ojos.
RECONOCIDO MÉDICO OFTALMÓLOGO

Héctor Raúl Materazzo: “Me siento muy satisfecho con mi carrera”

Tras criarse en el barrio de Villa Talleres y formarse académicamente en Rosario, volvió a nuestra ciudad para continuar con su desarrollo profesional y consolidar su propia familia. Con cuatro décadas ininterrumpidas de destacada labor, se volvió una referencia en la oftalmología regional y pondera la importancia de los controles para prevenir y atender.

La oftalmología es una de las áreas médicas que más se ha desarrollado y que, además, cuenta con la particularidad de tener aparatología de primer nivel para un buen servicio.

En esa línea, Héctor Materazzo se convirtió en una referencia en el mundo de la oftalmología producto de sus cuatro décadas como profesional en el rubro y de ser el fundador de la Clínica de Ojos Junín, institución médica fundada en 1988 y que administra desde el 90. En la actualidad, junto al equipo que encabeza su yerno Diego Calabro, dan respuesta a cientos de pacientes mes a mes.

En diálogo con Democracia, Materazzo recordó su infancia en nuestra ciudad, abordó los años de estudio en Rosario, realizó un balance de su trayectoria como profesional y resaltó el lugar ocupado por su familia.

Infancia 

“Nací y me crié en el barrio de Villa Talleres, frente al ferrocarril. Mi padre era ferroviario y mi madre ama de casa. Tuve una infancia muy feliz”, introdujo sobre su infancia juninense.

Asimismo, y como parte de sus valores, se jactó: “Todavía conservo algunos amigos del barrio: toda gente ferroviaria y trabajadora. Hice la primaria en la escuela N°18 y después fui al Comercial”. 

De tal forma, continuó con su relato y recordó: “Había familias a las que el ferrocarril le daba el lugar para vivir. Nos dejaban entrar a jugar y cazar palomas. Vivíamos jugando al fútbol en el campito de Sánchez, que es el predio que ahora está en Primera Junta, antes de llegar al ferrocarril, donde suelen ir los circos”. 

Tras egresarse en el colegio Comercial, llegó el momento de elegir qué carrera seguir. No solo eso, sino que también, Materazzo, vivenció el fallecimiento de su padre cuando tenía 18 años.

“Como el título mío era de Perito Mercantil, en esa época no podía entrar a estudiar medicina ni en La Plata ni en Buenos Aires. Sí se podía entrar en Córdoba y Rosario. En ese momento había un primo mío que estaba estudiando en Rosario entonces me incliné para ir ahí”, desarrolló sobre la elección de la sede para sus primeros pasos académicos.

Medicina

“Mi objetivo era irme a estudiar medicina. Siempre me gustó esa carrera. Mi mamá me alentaba mucho y mi abuelo, que vivía en el barrio de Villa Belgrano, también me apoyó”, señaló sobre su elección académica.

Y continuó: “Me fui a estudiar a Rosario en el 72. Conseguí una beca para trabajar en el comedor universitario de Rosario. Estuve dos años y después vino todo el problema de la política. Ahí conocí a mi señora, que es rosarina”. 

Sobre sus primeras experiencias en el mundo médico, bajo aquel contexto político, rememoró: “Cuando uno era estudiante avanzado, se usaba mucho la modalidad de ser practicantes. Estaba en el hospital Clemente Álvarez, que era de emergencias, donde me tocó atender a muchos heridos de bala y bombas”.

“Cuando vino el golpe militar, se cerró la Facultad y estuve un año parado y trabajé de enfermero: ponía inyecciones, tomaba la presión y todo eso. Hasta que me recibí”, añadió.

En tal sentido, al llegar el momento de la especialización, Materazzo eligió el camino de la oftalmología por gusto y por curiosidad. “Estaba apurado para recibirme porque quería independizarme económicamente, porque vivía con la ayuda de mi mamá y mi cuñado. En dos días preparaba lo relacionado a oftalmología, cuando solía tardar un mes en preparar una materia cualquiera”. 

Además del estudio, lo complementó con las prácticas. Por eso, contó: “Hice ayudantías en esa perspectiva y empecé a ayudar en cirugías. Eran como siete u ocho profesionales en oftalmología y me tomaron como ayudante”.

“Completé la especialidad en Buenos Aires, en el Instituto Nacional de Oftalmología Pedro Lagleyze, donde estuve, prácticamente, cinco años. Después me volví a Rosario y me quedé trabajando en el hospital donde había hecho las ayudantías. Me ofrecieron pasar a otro hospital privado y, luego, ser jefe de servicio”, reseñó.

También comentó: “Empecé a ver que los primeros casos de Sida eran la segunda causa de suicidio en Estados Unidos porque se quedaban ciegos. Hicimos un estudio con Cahn en Buenos Aires en cómo afecta la retina. Participé en un trabajo de un libro que se escribió con respecto a eso: las complicaciones del Sida en el ojo”.

Oftalmología

Como parte de su compromiso con la materia, al momento de abordar la oftalmología, expresó que “la gente cree que el oftalmólogo lo único que hace es dar anteojos. Mucha gente confunde al oftalmólogo con el óptico”. 

En tal sentido, explicó: “Es una especialidad tan amplia que un 30% es la receta del anteojo, el resto patología y tiene muchas cirugías. Tiene una parte clínica y una quirúrgica: es muy completa y depende mucho de los aparatos y ha avanzado muchísimo”. 

Como parte de su explicación ejemplificó: “Hace 43 años estoy con esto y en ese lapso he tenido que cambiar tres veces la técnica de cirugía de cataratas. Cuando empecé, me ayudaban las monjas que enhebraban las agujas, que venían en estructuras muy chiquitas y ellas tenían la técnica justa. Después apareció la técnica extracapsular en la que no se arrancaba el cristalino; y la técnica moderna que es la facoemulsificación: a través del ultrasonido se convierte lo que es sólido en polvo: es como si se integrara la catarata con microscopio”. 

La formación, el conocimiento y la experiencia desarrollada son los elementos que constituyen a Materazzo como un oftalmólogo distinguido. “En un comienzo, operaba diez cirugías de cataratas por mes. Después, cuando me radiqué, eran 30 o 40 mensuales”, compartió.

Recomendaciones

Como “palabra autorizada” de la oftalmología en Junín y la zona, al esbozar una serie de recomendaciones genéricas para la sociedad, Materazzo indicó: “Es necesario los controles de chicos, es decir, durante la infancia. Empezar, aunque sea, con el control en los bebés a partir de los seis meses y al año”. 

“Me han pasado cosas insólitas: me ha pasado de chicos que no sabían que había que ver con los dos ojos. Un chico no sabe que hay que ver con los dos ojos. Cuando haces un examen le tapás un ojo y se los probás. Quizás no desarrollaron la visión y no tuvieron un examen hasta que son adultos”, explicó. 

En tal sentido, siguió: “El estrabismo, ojo desviado, lo podés trabajar hasta antes de los siete años. Después es difícil revertirlo. Son cosas importantísimas. Ahora la mayoría de los colegios lo piden, pero debería ser una obligación”.

Siguiendo con las recomendaciones para los adultos consideró que “deberían tener un control anual, ya que, hay muchas patologías: glaucoma o la presión en los ojos, que la gente ni se entera. O el caso del diabético que tiene que tener un fondo de ojos desde que sabe que es diabético y durante todos los años en función a como se desarrolla la enfermedad”. 

“Después de los 35 años uno empieza con la opacidad cristalina, que son las cataratas. Ahora se está yendo a la súper especialización, los pacientes miopes necesitan controles constantes de retina”, informó.

Junín

Nacido, criado y con presente en nuestra ciudad, Materazzo abordó su relación y recordó: “Siempre volvía a Junín porque estaba mi madre. Decidimos abrir una clínica, junto a dos colegas, y veníamos a atender una vez por semana cada uno. Luego, los demás se quedaron en Rosario y yo me instalé en Junín”. 

En tal sentido, indicó lo que representa nuestra ciudad para él. “Me das un lugar para vivir y me quedo con Junín porque soy nativo e hincha de Sarmiento. Jugué en las inferiores del club hasta que me tuve que ir”.

“Desde los cuatro años voy a la cancha. Tengo mis amigos de la infancia, de la secundaria, mis hijos se vinieron desde muy chicos a la ciudad”, esbozó.

Y consideró: “Siempre la vi como una ciudad ordenada. Soy un apasionado de la pesca y, siempre que venía, iba a pescar a la Laguna”.

Balance 

“Estoy muy satisfecho con mi crecimiento y se lo debo todo a mi profesión y lo que he trabajado. Hubo épocas en Rosario que operábamos de noche, hasta las 2 o 3 de la mañana porque de día atendíamos el consultorio y no teníamos tiempo para estar en cirugía”, analizó sobre su recorrido y sintetizó: “A la mañana hospital, después consultorio y, luego, hasta las cinco en cirugía”. 

Siguiendo con su análisis, describió los hechos que lo honran: “Logré armar una clínica propia; no influí para que mis hijos eligieran esta especialidad y me siento orgulloso de ellos, como así también de los nietos que tengo”.

Si bien la oftalmología fue su trabajo y pasión en la que invirtió una gran cantidad de tiempo, su familia es lo más valioso en la vida de Materazzo. Sus hijos Vanesa, Paola y Luciano eligieron seguir los pasos del padre y se encuentran, cada uno, desarrollándose profesionalmente en el mundo médico.

Finalmente, sobre Marta, su pareja, con quien formó esta familia y lo acompañó a lo largo de toda su vida, cerró: “Nos pusimos en pareja cuando estábamos estudiando y tuvimos tres hijos”.

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