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TODOS LOS AÑOS HACE UN VIAJE SOLIDARIO

Josefina Ibarra: “Estoy feliz de haber elegido esta misión”

Empezó como una promesa y ya hizo unas diez entregas de alimentos y artículos de primera necesidad en escuelas y comunidades carenciadas. Además, es una joven y reconocida peluquera.

El gran deseo de Josefina Ibarra tener su peluquería y con esa idea como norte hizo una promesa: si lograba abrir un local propio iba a cruzar de rodillas la plaza de Rawson, su ciudad natal.
Hace diez años, después de mucho esfuerzo, pudo cumplir su objetivo y, por supuesto, también honró la promesa que se había autoimpuesto.
Luego de cruzar la plaza, su abuela –tan creyente como ella– vio sus rodillas magulladas y le dijo: “No hace falta prometer algo como esto y lastimarte, podrías hacer algún bien de otra manera”.
Para Josefina esa frase fue una suerte de revelación que le dio la idea de realizar una acción solidaria en algún pueblo o paraje en el que haya carencias. Desde entonces, todos los años viaja a un lugar distinto –en Jujuy, Santiago del Estero, San Juan o Buenos Aires– para entregar artículos de primera necesidad a alumnos de escuelas o lugareños.

Peluquera
Ibarra nació en Rawson. Es la tercera de cuatro hijos de una maestra jardinera y un empleado ferroviario.
Cuando terminó su escolaridad hizo su primer curso de peluquería, en Chivilcoy, para lo que viajó dos veces por semana, durante un año.
Pero la suya es una localidad muy pequeña y Josefina quería desarrollarse profesionalmente. Así fue como, hace 13 años vino a Junín, donde había una amiga que estaba estudiando. “Cuando llegué, me encantó la ciudad”, afirma.
Acá vio peluquerías grandes y enseguida empezó a soñar con trabajar en uno de esos lugares.
“Empecé a trabajar en Paulino Acosta –recuerda– donde estuve un año, después estuve otro año en Polo Sangiovani y otro más trabajando a domicilio. Hasta que pude poner mi propia peluquería, con mucho sacrificio”.
Mientras tanto, aprovechaba los lunes para ir a Buenos Aires a hacer cursos.
En el año 2006 abrió su local en Avellaneda 106. “Por supuesto que no podía hacer ni un folleto –explica–. Yo tenía la ilusión de que el primer día se iba a llenar y cuando abrí vinieron dos amigas a saludarme y nada más. Al otro día fue una, que era la chica que limpiaba al lado, y de a uno y no sé cómo, se fueron sumando”.
Cuatro años más tarde se mudó a un local más grande y más equipado, en Lavalle 452.
Solidaridad
Luego de cumplir su sueño de tener su propia peluquería, Josefina comenzó con las obras solidarias. Su idea fue, desde el principio, viajar todos los años para hacer entrega de artículos de primera necesidad en lugares carenciados.
“Durante el año voy ahorrando para llevar alimentos y algunas otras cosas a escuelas o zonas que lo necesitan”, comenta.
El primero de esos actos solidarios iba a hacerlo en Chaco, pero el camión que le llevaría la carga se fue sin esperarla. Entonces fue a Bienestar Social y lo dio en la Municipalidad para que lo repartieran.
Su primer viaje fue, entonces, a Bermejo, un pueblo de San Juan que es conocido por San Expedito. “Soy muy intuitiva, me guío por mis corazonadas y así me fui, sin conocer a nadie”, relata Ibarra, para luego ampliar: “Llegué, paré el auto y en un rato ya se había hecho una fila larga y entregamos todo. Antes de irnos vino un chico corriendo y nos regaló un San Expedito. Fue muy emocionante eso”.
El siguiente destino fue Jujuy, una escuelita del paraje Huachichocana a donde se llega pasando por un río seco de unos diez kilómetros: “Eso también fue muy emocionante porque cuando llegamos, el maestro nos dijo que iba a ‘acomodar’ a los chicos para que los conociéramos, y cuando nos abrió la puerta estaban todos cantando y tocando sikus para nosotros”.
También fue a Fiambalá, en Catamarca, y la acompañaron algunos amigos. Fue “una experiencia maravillosa, el lugar y la gente fueron soñados”. Allí también la devolución de los lugareños “fue increíble, con mucho cariño”.
También estuvo en Sumampa, Santiago del Estero, donde además de haber muchas necesidades, está la Virgen de la Consolación que quería conocer. “Fue algo hermoso también”, resume.
Pero no solo fue a otras provincias. En la gran inundación de la localidad de Salto también hizo un viaje solidario: “Era un año en que por diferentes situaciones yo no iba a poder viajar al norte, y pensaba ‘Dios, no puede ser que este año te vaya a fallar”. Pero pude hacerlo en Salto, donde se vivía una situación tremenda. Fuimos casa por casa entregando lo que teníamos”.

Balance
Mientras prepara su próximo viaje, que una vez más será a Fiambalá, Josefina cuenta por qué hace estas acciones solidarias: “Es cierto que uno termina siendo egoísta porque yo llevo mucha mercadería y alimentos, pero me vuelvo con algo mejor. A mí me reconforta, no me resulta un sacrificio porque me vengo con el corazón lleno de felicidad”.
Para Ibarra, “a la gente le encanta colaborar, es muy solidaria”, y en los lugares en donde estuvo, los que reciben la ayuda son “muy humildes, educados y respetuosos”.
Según dice, esta tarea le reporta “una satisfacción total”. Y concluye: “Estoy eternamente agradecida a la ciudad, tengo un cariño especial por Junín y por lo que hago. Estoy feliz de haber elegido esta misión”. 

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